Me atrevo a afirmar que todos, en algún momento de nuestras vidas, hemos usado remedios sugeridos por la abuela. Infusión de manzanilla para el estómago, valeriana para dormir mejor, aloe para cicatrizar una herida o calmar una quemadura… remedios que funcionan, que curan el cuerpo y miman el alma, y que no suelen estar a la venta en las farmacias.
No es coincidencia que las abuelas estén con frecuencia en nuestra memoria acompañadas de plantas: las plantas tienen superpoderes, y las abuelas los conocen y saben aprovecharlos. Ellas (las abuelas) crecieron en una época de hábitos distintos; la comida no se compraba para calentar en el microondas sino que se cocinaba en casa, los resfriados no se “maquillaban” con Pax sino que se superaban con la ayuda de aguapanela con limón y jengibre, y los dolores de cabeza no se “tapaban” con Ibuprofeno sino que se entendían como un llamado de atención del cuerpo, que requería alguna infusión relajante y un poco de descanso.
Pero las cosas han cambiado un montón. Nos hemos acostumbrado a la velocidad, la comodidad y la conveniencia, nos hemos alejado de nuestra comida (difícilmente sabemos de dónde vienen los alimentos que consumimos), del cuidado de nuestro cuerpo y de nuestra mente, y —por extensión— de nuestra salud. Pensamos que un dolor de cabeza es algo “externo” que hay que eliminar, en lugar de entenderlo como una señal del cuerpo que debemos escuchar. Nos automedicamos con fármacos cuyos efectos desconocemos, nos olvidamos de prevenir y, cuando ya es demasiado tarde, nos enfocamos en tratar de curarnos con cualquier cosa que salga de una farmacia.
Muchas de nuestras abuelas ya se fueron, y se llevaron todo su conocimiento del mundo botánico (aunque es posible que todavía queden algunos de sus apuntes en un cuaderno. Si ese es el caso: ¡encuentra ese cuaderno ahora mismo!). Pero eso no todo está perdido: esas plantas “mágicas” siguen existiendo y los remedios herbales siguen funcionando.
La tarea que tenemos pendiente es la de volver a enamorarnos del mundo botánico y darle al cuidado de nuestro cuerpo el valor que se merece. Por eso hoy te comparto tres buenas razones para incluir el poder de las hierbas en tu vida cotidiana:
1. Evitas el uso constante de fármacos
Los fármacos son, en muchísimos casos, inventos maravillosos y súper útiles. Sin embargo, a veces parece que creemos que todo se resuelve con alguna pastilla, desde el dolor de cabeza, pasando por la indigestión, hasta el mal genio y el cansancio.
Si bien hay casos en los que lo más eficiente (y sensato) es acudir a un médico para que nos formule medicamentos puntuales, en muchos otros casos lo que realmente necesitamos es entender qué es lo que está generando la enfermedad, tomarnos un tiempo para descansar, relajarnos, y mimarnos con alguna preparación herbal que nos ayude a superar rápidamente el malestar.
Además, los medicamentos comerciales suelen ser mucho más pesados para el cuerpo, vienen cargados de efectos secundarios que no se discuten con suficiente transparencia, y mantienen en movimiento a una industria que tiene prácticas muy cuestionables.
Nota 1: Hay condiciones de salud que definitivamente requieren fármacos, y que no son tratables con otros métodos. Pero es importante tener en cuenta que nuestra sociedad está obsesionada con los fármacos, y vale la pena tener una mirada más crítica, y saber identificar cuándo los necesitamos realmente, y cuándo podemos optar por cuidados más caseros y menos invasivos.
Nota 2: Hay fármacos comerciales cuyos principios activos vienen de las plantas. Sin embargo, al estar en una presentación muy concentrada —y por lo general mezclada con otros compuestos— suelen ser mucho más pesados para el cuerpo que su equivalente botánico.
2. Aprendes a cuidarte de adentro hacia afuera.
Las hierbas están cargadas de magia y de poder natural. Piensa en esto: cuando te haces una infusión de cidrón, por ejemplo, estás aprovechando toda la energía que puso la planta para crecer y desarrollar esas hojas, y estás llevando esa energía a tu cuerpo. Estás poniendo en conexión directa la energía natural de la planta con tu propia energía natural. Estás aprovechando compuestos generados por la naturaleza que interactúan con tus células y tus tejidos para reducir el dolor, la inflamación, el estrés, la congestión o la indigestión.
Cada hierba tiene sus “superpoderes”, y poco a poco puedes aprender a reconocerlos y aprovecharlos para darle mimos botánicos a tu cuerpo, generando bienestar y mayor conexión con tus propios ciclos y procesos, observando mejor tus reacciones, el origen de tu malestar y las maneras en las que puedes abordarlo, entendiendo su origen en lugar de “maquillar” sus síntomas. Re-conectas con tu cuerpo y también con la naturaleza.
3. Aprendes a prevenir, antes de pensar en tener que curar.
Los medicamentos comerciales suelen estar enfocados en curar, en “atacar” el malestar y enmascararlo… y eso, por supuesto, no significa que se resuelva el asunto que generó el malestar en primer lugar.
Las hierbas no actúan con la misma intensidad, así que el enfoque está más en la prevención que en la cura. Esto, para algunas personas, puede parecer una desventaja… pero ¿qué sentido tiene eliminar un malestar si no estamos atendiendo la situación que lo está generando? Lo único que estamos haciendo es aplazar las consecuencias de algo a lo que le deberíamos estar prestando atención en este momento.
Lo que necesitamos es escuchar mejor las señales que nos da nuestro cuerpo. Aprender a interpretar esas señales, identificar qué es lo que no está funcionando bien, y hacer los ajustes necesarios para recuperar el bienestar, y las hierbas son unas maravillosas aliadas en ese proceso.
Obviamente las hierbas tampoco son la cura para todos los males, pero sí abren una ventana a un mundo fascinante en el que la conexión con la naturaleza y con nuestro cuerpo van de la mano, y donde aprendemos otro tipo de cuidado: un cuidado que no sólo implica correr a buscar remedios, sino entender que las farmacias no tienen la cura para todos los males, y que muchas veces lo que necesitamos no está en las pastillas sino en las hojas que pueden crecer en nuestros jardines.
¿Recuerdas algún remedio de los que sugerían tus abuelas? ¿Tienes alguna “pócima” herbal a la que siempre recurres? ¡Compártela en los comentarios!
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Mariana escribe en el blog de Yerbatería, y también habla sobre sostenibilidad y vida buena en su blog Cualquier cosita es cariño, donde puedes encontrar información e inspiración para tener una vida más equilibrada contigo misma/o con el planeta, y con todos los seres que lo habitan.
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