En la entrada pasada escribí sobre la luna, hablé sobre su poder y la fuerza que este arquetipo ejerce en nosotros. Me gusta ver cómo la vida, el día a día y los procesos individuales y colectivos se conectan y se asocian con energías superiores que de alguna manera están presentes en ese espacio que no podemos ver, solo experimentar. Por eso me gusta explorar los arquetipos. Y más si son femeninos.
Nuestras sociedades occidentales están demasiado permeadas por el entendimiento de la divinidad como masculina. Hablamos de un dios padre, de un dios hijo y damos atributos masculinos a los seres que adoramos sin preguntarnos sobre el poder divino de la energía femenina. Poco hablamos de su origen o su historia y si lo hacemos, seguro las relacionamos con mitos distantes y leyendas obsoletas. En realidad estamos muy desconectados de estas energías tan vitales, tan propias y tan naturales.
En el blog de Sativa de julio hicimos énfasis en la importancia de conectar con nuestra raíz, de sembrar raíces fuertes para poder crecer y expandirnos, pero ¿cómo entendemos, vivimos y nos relacionamos con el acto de florecer?
Con su exhuberancia, sus perfumes embriagadores, infinidad de colores y poderosísimos efectos tanto a nivel físico como energético, las flores nos atraen, nos encantan, nos embelezan. Lo cierto es que generan una profunda fascinación en nosotros. Desde siempre, hemos contado historias donde son personajes centrales con atributos y una simbología muy poderosa. Las relacionamos a la fertilidad, al amor y al momento del año donde todo está renaciendo.
En un primer plano, las flores representan una máxima expresión de lo que es bello. Son hijas de Afrodita – Venus, diosa del amor, de la armonía, de la sensualidad y de la belleza, por supuesto. Afrodita era una presencia sobrecogedora, todo lo que entraba en contacto con ella se sumergía en un estado de enamoramiento profundo y de total compleción y entrega. No es aleatorio que la órbita dibujada por este planeta alrededor del sol, conocida como el baile de Venus, sea precisamente un mandala que parece una flor.
Ese momento de florecimiento, de energía abierta y totalmente expuesta, de la entrega y el despliegue desinhibido de nuestra belleza, es también un momento de inmensa vulnerabilidad y fragilidad. Para que una flor pueda darse, una planta primero debe hacer un gran proceso interno desde sus hojitas y tallo para formarse y crecer. Cuando ya tiene suficiente fuerza pone toda su energía en producir flores que atraigan polinizadores que la fecundarán para poder dar frutos y semillas y perpetuar el ciclo de la vida.
Florecer está siempre ligado a la culminación de un proceso, al punto de máximo esplendor y a la inevitable transformación que de ahí se desprende. Nosotros florecemos, la vida florece y así mismo empieza un ineludible marchitarse.
Por esto, en un segundo plano, las flores también están asociadas a la muerte, a la resurección y a la transformación. En la tradición budista, el Loto representa el despertar espiritual, la iluminación. En el Hinduismo, Lakshmi, equivalente a Afrodita, siempre se dibuja sobre una flor de loto. El Marigold se asocia a la resurrección, por lo cual es usado en rituales de muerte desde México hasta la India. En antiguo Egipto, el Nenúfar simbolizaba el renacer del día y vinculaba el mundo de los vivos con el de los muertos.
Florecer es entonces una experiencia profundamente bella e intensamente fugaz. Es nuestra, pero pasa y es algo de lo cual no nos podemos apropriar. Viene y va, es de todos y de nadie. La podemos cultivar, claro está y es precisamente esta la invitación que queremos hacer.
Embellece la vida, conecta con la energía de Venus. Llénate, rodéate y échate muchas, pero muchas flores. Haz esto de la forma más sencilla, poniendo flores en tus espacios para transformarlos y armonizarlos. Recuerda, sobre todo, que la energía de Venus busca alcanzar un estado elevado del espíritu a través de la belleza y desde la exaltación de nuestros sentidos, así que aprecia los olores, lo sabores y diferentes matices florales de diferentes formas. Date un baño de flores. Sumérgete en el exquisito olor y la sensación de plenitud de nuestro Baño de Amor. Toma un tiempo de tu día y siéntate a disfrutar nuestra Poción Azul compuesta por una florecilla llamada Clitoria Ternatea que contiene propiedades tanto afrodisiacas como antioxidantes, o déjate envolver por nuestra Poción Floral hecha a base de rosa, geranio, jazmín, lavanda y crisantemo que hacen de esta mezcla una bebida suave y delicada evocando el amor propio y el amor universal. Conéctate con la belleza, invoca el arquetipo de Afrodita y agradece tu propio florecer a través de nuestro Sahumerio Venus, permite que sus componentes activen a tu alrededor su magia de atracción.
Recibe la belleza cuando venga. Agradece los momentos de plenitud, de florecimiento, de total apertura, de entrega y esplendor. Déjate embriagar por su encanto entendiendo que florecer es inherente a marchitarse y también a renacer.