“Si te das prisa, me alcanzarás. Si frenas, te alcanzaré. Si andas tranquilamente, te acompañaré. Si te pones a girar, danzaré contigo. Ya que nuestro encuentro es inevitable, ¡hazme frente ahora mismo! Soy tu sombra interior, la que ríe detrás de la ilusión que llamas realidad. Paciente como una araña, engastada como una joya en cada uno de tus instantes, compartes tu vida conmigo; si te niegas a ello, no vivirás en la verdad. Ya puedes huir al otro extremo del mundo, que yo siempre estaré a tu lado. Desde que naciste, soy la madre que no deja de darte a luz.”
Alejandro Jodorowsky, La Vía del Tarot.
Siempre le he tenido mucho miedo a la muerte. Me aterran nuestros ritos occidentales, el sufrimiento que los rodea y la poca consciencia con que la vivimos. Lo que más me aterra, es ver que no tenemos las herramientas para atravesarla y para ayudar a otros a sobrellevarla. Me parece inconcebible ver cómo la entendemos de mal y es evidente que gran parte del rechazo que sentimos hacia ella se debe a lo mal planteada que está en nuestra cultura.
Y fue por eso que hace varios años empecé una búsqueda para darle un sentido propio y para encontrar formas, creencias, historias que me permitieran vincularme a ella de una manera diferente. En esa búsqueda, encontré, por ejemplo, que en el Pacífico colombiano, se hacen rituales durante nueve días y nueve noches donde mujeres—cantaoras—vestidas todas de blanco, entonan arrullos y alabaos alegres para acompañar el espíritu de la persona muerta y permitirle encontrar su camino hacia la eternidad. En el Caribe, comunidades afro, tienen una práctica parecida de nueve días y nueve noches rodeadas de cantos, juegos y bailes que ayudan a aliviar y acompañar el dolor de la partida. Para el pueblo Wayúu, del norte de Colombia, una persona debe ser despedida dos veces. El segundo entierro se da después de un tiempo y de una clara manifestación de la persona muerta quién se aparece en sueños avisando que ya es hora de su segunda despedida.
Así, he ido explorando, incorporando y encontrando diferentes formas de procesar la muerte, pero tal vez la que he sentido más cercana, pues me ha dado paz y se ha convertido en el ritual más hermoso, ha sido la celebración de Día de Muertos. Una celebración que nace en Centro América, principalmente en México y que guarda mucha información de la herencia indígena local. La creencia es que durante el 1 y 2 de noviembre de cada año, el velo entre la vida y la muerte se vuelve más difuso, se abre un portal y es más fácil acercarnos a quienes ya no están con nosotros. Decir sus nombres, sacar sus fotos, hacerles un altar lleno de color y de ofrendas, son algunas de las prácticas que nos ayudan a trazar un puente para acercarnos a ellos. Lo más lindo de esta práctica es permitirnos traerlos al presente y recordarlos.
Dejarse atravesar
La muerte es ensordecedora. Todo lo acapara, todo lo abraza y todo lo cubre. En los últimos dos años, he vivido dos muertes de personas a quien amé profundamente. Han sido momentos muy diferentes en naturaleza y en sensación. Ambos me han permitido entender la muerte como una gran maestra del amor, de la vida, del duelo y del dolor, pero sobre todo de la entrega, pues lo mejor que pude hacer cuando llegó, fue rendirme a ella y cada una de sus sensaciones. Sentarme con ella y dejarme atravesar por sus sutilezas, por la tristeza, por toda la sensibilidad que afloraba; por los mensajes que llegaban en formas de poemas, sueños y metáforas, y por todo lo que envolvía la vida en ese momento de gran y profunda transformación. Entregarme a ese gran rito de paso con mucha paciencia y mucha compasión. Darle su debido tiempo.
Resignificar
Y es que para que la vida evolucione, hay que morir. Todas las veces que sea necesario. No solo aceptar la muerte de nuestros seres amados y hacer las paces con nuestra propia muerte, sino entender que la vida misma está llena de pequeñas muertes; que todo lo que empieza y nace siempre muere. Que todo cambia y que todo se regenera. A veces es necesario que mueran las ideas y los patrones que no van mas; algunos procesos, proyectos ideas y relaciones. Estructuras de vida que cumplieron su ciclo y tienen que cerrarse para dar paso a formas nuevas. Entendiendo esto, entendemos también que la muerte no tiene que ser una tragedia, que es inherente a la vida—igualmente sagrada. Esta aceptación nos ayuda a trascender y finalmente nos libera.
Ritualizar
¿Y entonces, cómo podemos empezar a resignificarla? Ritualizándola. Personalmente, he sentido mucha paz cuando logro vincularme sin intermediarios con ella. Yo sola, con mi búsqueda, mis creencias y mis rituales. Desde la astrología, la energía que mejor nos puede conectar con la muerte y con los momentos de gran trascendencia y transformación es la energía de Plutón; el último de los cuerpos celestes de nuestro sistema solar. Padre y señor del inframundo, de la sombra, de los confines de la vida y del mas allá. Llamar su energía en momentos de tránsito, hacer un altar a nuestros seres amados que ya no están, prenderles una Velita o un Sahumerio Plutón para iluminar su camino, hablarles y escribirles, entrar en un espacio de ritual limpiando con una planta de protección como la salvia que puedes encontrar en nuestra Bruma Salvia. También puedes poner flores, sus fotos, su música favorita y algún elemento que haya sido significativo para ellos o algún amuleto que pueda conectar con la energía de Plutón. El Kit Transmutación de Yerbatería puede ser un maravilloso elemento para ritualizar un proceso de duelo.
En Yerbatería, nos hemos permitido explorar diferentes formas de ritual en torno a la muerte. No solo para nosotras mismas sino con otras personas. Hace un año, en compañía de la Fundación Consciencia VIBA quienes buscan entablar conversaciones y relaciones diferentes en torno a la vida y a la muerte y Gitana del Mar, creamos un espacio al que llamamos Panteón de las Ánimas donde nos encontramos durante varios días para hablar sobre la muerte, ritualizar y abrirnos a resignificarla. Fue hermoso, conmovedor y profundamente poderoso. Es tan necesario darle otra voz, otro entendimiento a la muerte. Solo a través de conversaciones, de compartir, de abrirnos a sentir las sutilezas, de buscar otros medios, podemos evolucionar nuestra relación con ella y liberarnos del miedo y del sufrimiento que nos puede generar. Atravesar un duelo es triste y sublime, pero no tenemos que padecerlo, podemos abrazarlo.
Te invitamos a resignificar y a celebrar la muerte. A tener conversaciones que nos ayuden a acercarnos a ella de maneras diferentes, a explorar nuevas formas. Y así como celebramos y acompañamos nacer, acompañemos y celebremos la muerte también. Ábrete al misterio, ábrete a conectar con tus seres queridos que hayan trascendido este plano. Su esencia sigue estando en la memoria, en el amor y en la vida misma.
“No soy una desgracia absurda, tengo un significado profundo, soy la gran Iniciadora, la Maestra impalpable oculta bajo la materia.”
Pingback: T E M P L O • ALTAR DE MUERTOS | Yerbateria
Pingback: Ceremonia – La celebración solemne de la vida | Yerbateria